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UN CAMINO DISTINTO

El viaje siempre es una caja de sorpresas. Por eso, un encuentro casual en Miranda, Cauca, con “Carlos Antonio Acosta”, quien fuera segundo comandante del sexto frente de las Farc, se convierte en una oportunidad para dialogar sobre las vicisitudes de aquellos que decidieron dejar las armas y apostarle a la paz.
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Por: Juan Carlos Pino Correa
Video: Juan David Muñoz
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Cuando le pedimos que le diga a su chofer y guardaespaldas que apague la camioneta porque el sonido del motor está interfiriendo con la entrevista, el hombre vuelve a mirar con desconfianza, al igual que hace un rato, en el momento del primer encuentro. A pesar de ello y con cierta reticencia accede a nuestra solicitud y la conversación continúa. Hablamos del proceso de reincorporación, de la necesidad de una reforma rural integral, de los sueños productivos y de vida, de las dificultades que acechan a cada paso.

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Todo ha sucedido muy rápido. Realizábamos entrevistas a varias mujeres que adelantan proyectos en la finca La Elvira, en Miranda, Cauca, y unos minutos después, sin siquiera planearlo, estamos frente a un hombre de guerra que intenta transitar ahora, con un grupo de excombatientes, unos caminos distintos, facilitados por lo que se acordó en La Habana y se ratificó con firmas, primero en Cartagena y luego en Bogotá. Ese encuentro cara a cara no lo esperábamos, pese a haber subido unas semanas antes, para hacer reportería, a las veredas Las Dantas y Monterredondo, en otros tiempos territorio de influencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc.

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“Mejor encontrarlo aquí que con armas en otros tiempos”, fue lo primero que se vino a la cabeza por parte nuestra. “Mejor no encontrarlos, no atenderlos”, quizá haya sido lo que pensó él. Porque a la solicitud de entrevista que siguió a la presentación, el hombre que antes fue de la guerra, el excomandante del sexto frente de las Farc, respondió con evasivas, con largas, con hacernos esperar mientras firmaba parsimoniosamente unos papeles. Pero los seis permanecimos ahí, incólumes, expectantes. Nos extrañó sobremanera, sí, que para tomar una decisión nos preguntara a dos de nosotros los nombres y el medio al que pertenecíamos e hiciera el gesto de buscarlos y verificarlos en el google de su tableta. O eso parecía.

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Verificación real o paripé, lo cierto es que eso bastó para acceder a la conversación.

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Y aquí estamos, pidiéndole que le diga a su conductor y guardaespaldas que apague el vehículo porque interfiere con la grabación. Él se muestra reticente al principio, como si le pidiéramos un imposible, acaso dispuesto siempre a una huida rápida en un contexto donde muchos desmovilizados han sido asesinados a sangre fría, a mansalva. Pero al final termina por aceptar.

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Entonces se escucha más clara su voz de hombre de la guerra que, renunciando a su pasado de armas, intenta transitar ahora por unos caminos muy distintos a los que hasta ahora ha conocido.

 

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