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Una mirada desde otra óptica

Las haciendas han sido unidades económicas y núcleos sociales de vital importancia desde la época colonial. En particular en el Norte del Cauca y en el Sur del Valle son muchas las historias y mitos que se cuentan sobre estas unidades agrícolas y ganaderas y que se transmiten de generación en generación. De la mayoría de ellas solo quedan casonas en ruinas, en las que, no obstante su estado, aún se perciben signos de la grandeza y la importancia que tuvieron. Nombres como El Palo, Japio, La Arrobleda, Quintero, Matarredonda, Mandivá, y La Bolsa, entre otros, remiten a esas amplias extensiones de tierra, dedicadas desde el siglo diecisiete a la producción de ganado, cacao, plátano, maíz, caña y tabaco. Este producción alcanzaba incluso a abastecer los yacimientos de oro que sus dueños tenían en la región del Pacífico. 
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Por: Juan David Muñoz 

EL HOY

Los cambios políticos a lo largo del siglo diecinueve y especialmente la abolición de la esclavitud hicieron que el modelo económico de las haciendas cayera en decadencia. Pero de ellas quedan huellas importantes en la región y muchas se transformaron en grandes extensiones de monocultivo de caña de azúcar. Otras más tratan de aferrarse a ese pasado complejo —heroico para algunos, polémico para otros— para atribuirles un valor histórico y cultural que les permita reconstruirse y ser vistas como museos. Las comunidades negras de la región tienen sobre el tema una mirada crítica. 

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